martes, 28 de septiembre de 2010

El Bremen entendido desde la mediapunta

La locura, bellísima locura para el aficionado neutral, que Thomas Schaaf impregna a su Werder Bremen es de sobra conocida. Se trata de un equipo de autor, que no se entiende sin la influencia de su técnico. Una personalidad, la del Bremen, forjada desde 1999. Y ello, ese juego ofensivo que muy a menudo cae en juego suicida, se nutre y alimenta de un perfil concreto. Ese canalizador ofensivo que nunca falta en el dibujo del equipo que juega a orillas del río Weser: el mediapunta.

Esa figura que ya estuvo presente en 2003, el año donde se gozó del doblete nacional mientras se festejaban los goles de Ailton. Entonces el encargado de mover los hilos entre el mediocampo y los delanteros fue el francés Micoud. Suministrador de balones para el propio Ailton y para Klasnic, Micoud dejó atrás su discreto paso por el Parma y dio rienda suelta a su faceta más creativa, recordando al jugador que había sido en el Girondins de Burdeos. Luego, en 2006, el jugador rehizo su viaje y regresó al Girondins para pasar sus últimos días de fútbol. Pero el Bremen no quedaría huérfano, y contrataría al reconocido Diego Ribas.

El mediapunta brasileño había maravillado previamente en el Santos, formando una dupla diabólica con Robinho, amenaza constante para las defensas rivales. Eso le valió a Diego su salto a Europa, a un Oporto siempre riguroso para vigilar talentos y anticiparse a su contratación antes que nadie. Sin embargo, el resultado fue muy insatisfactorio, más allá de píldoras aisladas que acreditaban el talento de Diego. Suficiente, no obstante, para que el Bremen lo considerara el hombre adecuado para canalizar su torrente ofensivo. Y la apuesta salió redonda, viéndose la gran versión del brasileño. Pero la rueda no para y sigue girando, y mientras Diego agotaba su último año en Bremen Özil empezaba a ganarse un nombre. Con talento pero inconsistencia, el alemán era el nuevo catapultador de los delanteros y socio de los mediocampistas.

Ahora, sin él, la figura del enganche pervive. Una cuestión de estilo, de entender el fútbol. Siempre al ataque, dos delanteros amenazando las redes rivales y un jugador que aporte desequilibrio, asistencias e incluso goles. El turno recae ahora, quizá, en dos protagonistas. Marko Marin y el recién fichado Wesley. Más desequilibrante el primero, más sólido el segundo, son los encargados de mantener esa posición que ha ido cultivando el Bremen. Ese guía que pone orden en el desorden ofensivo de Thomas Schaff.

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